9 de diciembre de 2008

Relato de un rato

Ängela sonríe cada vez que llega el invierno, pues eso quiere decir que comienza la temporada de mayor actividad para ella y también, la más entretenida.

Hace algunos años decidió que su mayor afición, viajar, tendría que servirle para algo productivo, así que ni corta ni perezosa solicitó trabajo como guía turística en el Belén.

En la entrevista tan sólo le hicieron algunas preguntas de rigor y simplemente le advirtieron que, lo raro de aquel trabajo es que comenzaba a principios de diciembre, aunque la tónica general era a adelantarlo cada año, pero no se lo podían prometer, y eso sí, con absoluta seguridad, la fecha de finalización sería el 6 de enero.

Su trabajo consiste principalmente en guiar y conducir a las gentes y animales del Belén hasta el Portal, donde se ubican, resguardados del frío, José, María y el pequeño Jesusito.
Lo más importante es que nadie se retrase, así que le hicieron algunas pruebas de velocidad, atención y rapidez, que Ängela resolvió ágilmente, así como un ensayo colgada de unos arneses para conducir al gentío por los aires, si es que algún día había aglomeraciones.

Le comentaron que para esto último podían ser un problemilla sus kilitos de más, a lo que argumentó que le servían para protegerse de los días más fríos del crudo invierno y que nunca le habían supuesto un impedimento para realizar escalada o rafting, aficiones que tenía desde pequeña.

Ella nació en un país del norte de Europa, donde el frío es natural, por eso, para ella no supone un esfuerzo pasarse de paseo y a la intemperie todo el mes de diciembre y parte de enero.

Así pues, cada mañana se levanta con una sonrisa espectacular, se recoge el cabello, se pone su mejor vestido y sus botas impermeables y especiales para días de nieve y se coloca las pequeñas alitas reflectantes que le han dado en la oficina para que si algún día se va la luz, los habitantes de Belén, la puedan ver sin problemas.

Ängela disfruta de su trabajo.
Le parece divertido y entretenido, ya que cada día le cuentan alguna anécdota de los pastores, del caganet o de lo despistados que son los Reyes y lo tarde que llegan siempre, pero claro, esta labor no le corresponde a ella, sino a la Señorita Estrella Polar.




Para Reme. Por lo bien que me cuida y me enseña.